En las escuelas de idiomas, sobre todo las públicas, pueden
encontrarse diferentes franjas de edad independientemente del nivel de las
clases. Nunca había estado en una misma aula con varios jubilados, al menos
hasta que llegué a la universidad, pero en el caso de las escuelas oficiales de
idiomas la intervención varia.
El problema que expongo es sencillo de entender pero difícil
de solucionar porque no depende de mí, ni de vosotros, sino de la política
empleada en estos lugares. Todo el mundo tiene derecho a inscribirse y a acudir
a las clases con tal de aprender el idioma que desee para el fin que más le
guste. Aquí reside el principal inconveniente, los jóvenes que quieren aprender
una lengua para mejorar su futuro sufren constantemente intervenciones por
parte de sus compañeros jubilados que retrasan en cierta manera su aprendizaje.
El profesor, como moderador, debe regular la clase para que
los comentarios no estén fuera de lugar o en caso de que surjan muy a menudo
evitar que se hagan. También comprendo que depende del carácter del enseñante
no le sea fácil intervenir o se sienta incapacitado de corregir a un jubilado
pero creo que debería pensar en el resto de alumnos.
Finalmente, añadiré que no estoy en contra de que estas
personas acudan a clase ya que me rio
con ellos y la verdad es que he aprendido mucho de sus experiencias
propias. Valoro los esfuerzos que hacen por aprender y su poca vergüenza en el
momento de hablar la lengua extranjera pero, ¿Cómo evitar sus interrupciones?
¿Es mejor comunicárselo al profesor o intentar ayudar disimuladamente?
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