Considerada por algunos como la tercera lengua de Nueva York, esta variedad es discutida por una amplia cantidad de lingüistas. Se caracteriza por la presencia de palabras inglesas a medida que se desarrolla el discurso en español o, por el contrario, de la traducción literal de motes, frases y expresiones. Algunos ejemplos son: ticket como multa o parquear el coche en lugar de la expresión aparcar. La popularidad que tiene esta manera de hablar es increíble puesto que existen revistas, emisoras de radio e incluso canales de televisión en los que se emplea este lenguaje.
Desde mi punto de vista no puede ser una lengua puesto que está formada por otras dos y, a su vez, no consta de un diccionario o unas normas gramaticales. A pesar de ello me parece muy ingenioso el proceso mental al cual han llegado sus hablantes para introducir los términos ingleses al español y su capacidad para entender el discurso con ambas influencias idiomáticas. La muestra de bilingüismo que se vemos es impresionante y diría que superior al resto de bilingüismos que conozco, como por ejemplo el de el catalán y el del castellano. Aunque aprecio este habla y considero que es una identidad para los hispanohablantes, no estoy a favor de su propagación porque muchos niños y adolescentes aprenderán como correcta esta variedad y, para ellos, no existirá diferencia entre el español y el inglés, pero sí del inglés al español.
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